Qué fue del espacio público en Asunción, ensayo en tiempos de COVID-19


“Una ciudad son sus espacios públicos y sus equipamientos”, nos dirá Oriol Bohigas. “Si la ciudad es el lugar de encuentro por excelencia, más que cualquier otra cosa, la ciudad es su espacio público peatonal. Los seres humanos no pueden estar en el espacio de los automotores, ni en los espacios privados que no les pertenecen. La cantidad y la calidad del espacio público peatonal determinan la calidad urbanística de una ciudad”. Nos dice Enrique Peñalosa. Ítalo Calvino, la describe de la siguiente manera: “Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”. Jordi Borja y Zaida Muxí, nos dicen que: “[…] El derecho al espacio público es en última instancia el derecho a ejercer como ciudadano que tienen todos los que viven y que quieren vivir en las ciudades”Daniel Innerarity: “El espacio público no constituye una realidad dada, sino que se trata más bien de una construcción laboriosa, frágil, variable, que exige un continuado trabajo de representación y argumentación, cuyos principales enemigos son la inmediatez desestructurada de los espacios globales abstractos”. La activista social Jane Jacobs se refiere de la siguiente manera: ¿Más espacios abiertos para qué? ¿Para crear vacíos deprimentes entre edificios? ¿O para que los usen y gocen las personas normales? Pero la gente no utiliza los espacios abiertos urbanos simplemente porque estén cerca de sus viviendas, ni porque los diseñadores y urbanistas deseen que los usen”.

El espacio público es el espacio democrático, igualitario, el espacio de la equidad… en pocos meses todo esto lo hemos visto derrumbarse como una torre de naipes. Tras largas semanas de confinamiento e introspección; lecturas y reflexiones; encuentros virtuales y teletrabajo; de oír las voces de especialistas médicos, economistas, psicólogos, sociólogos, políticos; de intercambiar emails con colegas que se encuentran en diferentes partes del mundo; considero que: los urbanista tenemos algo que decir, como un eslabón del mundo científico urbano. Es cierto que en primer lugar debemos poner la salud, la economía y luego la educación; pero ¿del espacio público cuándo nos ocuparemos?

Este pequeño ser vivo que lleva por nombre COVID-19 invisible ante nuestro ojos, ha puesto al mundo en jaque y lo seguirá haciendo por un largo tiempo. La ansiada vacuna o el «soma» como nos lo cuenta Aldous Huxley en un mundo feliz, pretender ser la solución para “escapar” del problema y sumergirnos de manera colectiva en lo onírico. Espero que no sea así; de serlo, significará que no hemos aprendido acerca de esta situación global que nos toca vivir y volveremos a las antiguas prácticas, las mismas que nos han puesto donde actualmente estamos; en el mejor de los casos, lo habremos soslayado y pasado a la siguiente generación como aquella herencia maldita.

Irónicamente, el distanciamiento social nos ha acercado —y con acercar no me refiero a unir— más que en cualquier otro tiempo, y esto se lo debemos a la tecnología. La humanidad se encuentra online y dispuesta a socializar, claro, de manera virtual. “Te veo pero no puedo tocarte”. Ante mi duda de si el ser humano es un ser social por naturaleza, creo que hoy queda demostrado que sí lo es. El principal motivo por el cuál nos cuesta cumplir el distanciamiento social  —además de salir a buscar el pan de cada día— es porque existe la necesidad de relacionarnos, y esta manera de relacionamos con el otro fue siempre el espacio público. Desde el Ágora; el Foro; el espacio público que conocíamos, al «espacio colectivo» actual. Es esta idea de «espacio colectivo» en el que me gustaría poner la mirada y dejar a modo de reflexión qué será del espacio público una vez que esta pandemia logre controlarse. En este punto hago la aclaración que: me refiero al espacio público como las plazas; los parques; las calles que permiten la estancia, la pausa y el encuentro.

En reiteradas ocasiones habremos leído artículos con el encabezado crónicas de una muerte anunciada, en esta ocasión, el anuncio sencillamante no llegó. Si estamos en “situación de guerra” como muchos lo han calificado, el “enemigo” nos atacó por la retaguardia. El espacio público tal como lo conocíamos ha muerto, esta idea lo explicaré al final.

Hoy nos toca vivir una realidad distinta y deberemos desaprender lo aprendido y estar dispuesto a volver a aprender acerca de la manera de relacionarnos y de convivir. Cómo interactuamos en espacios tan reducidos; en viviendas de 30 o 60 metros cuadrados; incluso en aquellas que cuentan con todos los lujos: grandes jardines, piscinas, terrazas… en cada una de ellas, el desafío será la convivencia. Sin lugar a dudas, la casa ha adquirido un gran protagonismo nuevamente. Es por ello que es válido preguntarnos cómo se cohabita en espacios tan pequeños, ¿espacios diseñados para quienes? En los últimos años, la comodidad y calidad espacial se ha visto desplazada por custiones banales y egoístas de los arquitectos, asociados a los agentes inmobiliarios, donde prima lo económico ante un buen producto. Dónde quedó aquel sueño de: «un espacio digno para vivir».

Esa casa de cerramientos horizontales y vertical, es más que un espacio donde cohabitamos, es el espacio donde se construyen los vínculos con el otro. En países donde existe mayor cantidad de habitantes por metro cuadrado, esos espacios despreciados y de poco valor, hoy se han vuelto los más importantes. Me refiero a los balcones; los rellanos; las azoteas, se han vuelto espacios colectivos donde tengo la oportunidad de socializar; son verdaderos espacios de interacción. Si observamos la calle, veremos los nuevos espacios colectivos momentáneos; largas filas para ingresar al supermercado; las farmacias; las entidades bancarias, son espacios donde hoy se socializan y donde tengo la oportunidad de interactuar con el otro, pero a metro y medio.

El espacio público tal como lo conocíamos ha muerto o al menos habrá cambiado cuando todo esto vuelva a la calma, no será el mismo. Ante esta pandemia, ¿cuál es el rol que desempeñan los espacios públicos?, creo que es una pregunta válida que debemos hacernos todos los que intervenimos en su diseño y construcción. Es hora de pensar más en la funcionalidad del espacio que en el diseño, sin renunciar claro está, al aspecto estético. Cuando nos referimos al espacio público, lo estético no puede estar por encima de lo funcional. Veo muchos proyectos de espacio público que responden a banalidades o al ego del proyectista. ¿Qué tan importante resulta ser hoy el diseño del espacio público ante esta pandemia?, es otra pregunta que deberíamos hacernos.

Hoy tenemos la oportunidad de «Re-pensar» el espacio público; la casa; la manera en la que nos movilizamos y  socibilizamos; la forma en la que vivimos. Henri Lefebvre en la producción del espacio, se plantea la siguiente pregunta: ¿Si existe una alternativa a todo esto, cuál sería; si existe un modelo de ciudad justa y un nuevo modelo de espacio público, cuál sería? Francesco Tonucci en la ciudad de los niños, nos plantea la importancia de la ciudad en el desarrollo del niño. En los últimos años el diseño y las políticas públicas de los espacios urbanos ha venido en detrimento de los más pequeños. Debemos «Repensar la ciudad», mirarla de manera diferente […] “no para esperar un retorno al clima romántico del pueblo o del vecindario de hace cuarenta o cincuenta años, sino para prepararse en favor de un futuro diferente […] se trata de pensar en una ciudad más ágil, más sencilla, en la que todos los ciudadanos cuenten más”.

Del espacio público que conocíamos al «espacio colectivo» actual, es esta idea de «espacio colectivo» en el que me gustaría poner la mirada en estas últimas líneas. Me refería a la muerte del espacio público tal como lo conocíamos, por la escisión de los lazos que nos atan y los vínculos que nos unen a esos espacios. Es mucho más que el lugar de encuentro y poco tiene que ver con un simple espacio de ocio. És donde se construye el vínculo social. Daniel Innerarity, en un artículo escribe acerca de la importancia de replantearnos la manera en la que viviremos y propone una profunda transformación del poder político “de manera que sea capaz de articular espacios comunes, cooperación, responsabilidad e integración en la nueva sociedad mundial”.

Llegados a este punto, podemos decir que: el espacio público es el pneuma, spirare, ruah, atman o nife, de toda ciudad. Para pasar del «espacio colectivo» al espacio público, debemos volver a hilvanar las relaciones en base al acercamiento social y la confianza, no sin antes, volver a construir de manera laboriosa y contínua la imagen que, el espacio público no es un lugar de contagio, sino de interelaciones, donde el urbanismo deberá ser pieza clave en ello; así como lo expresan varias de las citas con las que hemos iniciado.

Arq. Adolfo Gabriel Ayala Moreno
Docente FADA UNA
Asunción, mayo de 2020.