Otra raya mas al tigre.


Comenzamos el año con la sorpresa de un nuevo elemento urbano en la ciudad de Luque. Más allá de desconocer los detalles de su origen—si hubo un concurso de anteproyectos o si se siguió algún procedimiento riguroso (lo cual parece improbable)—queda claro que se sigue derrochando dinero en estructuras imponentes pero carentes de sentido urbano, reflejando la escasa cultura arquitectónica y el limitado sentido común de nuestra sociedad.

Viaductos peatonales: infraestructura innecesaria e ineficaz

Está más que comprobado que estos viaductos peatonales no cumplen con su función. En la mayoría de los casos, la distancia que deben recorrer los peatones es hasta siete veces mayor que la de un cruce directo, lo que los vuelve imprácticos e impopulares. Existen diseños que los convierten en plazas lineales con vegetación, logrando no solo conectar un punto con otro, sino también generar espacios de recreación, lugares de ocio para enamorados, miradores que calman los ánimos y fomentan la tolerancia social. Sin embargo, este tipo de planteamiento no parece haber sido considerado en la obra de Luque, resultando en otra infraestructura aislada de la lógica urbana.

El peligro del simbolismo superficial en la arquitectura

El ñandutí, tan emblemático como el arpa, la chipa o el tereré en Paraguay, ha sido transformado en un símbolo de orgullo cultural que se replica en diversas expresiones. En muchos casos, esta apropiación tiene un carácter kitsch, lo que no es necesariamente peyorativo: el saber popular es espontáneo, empírico y honesto, y ningún crítico puede descalificarlo sin caer en una visión elitista o autoritaria.

Sin embargo, la arquitectura urbana no puede reducirse a una mera reproducción literal de símbolos culturales. Si así fuera, nuestras ciudades correrían el riesgo de convertirse en escenografías sin profundidad conceptual, como Las Vegas. La arquitectura debe responder a su contexto, ser adecuada al clima, a la economía, a la ciudad, a los materiales locales, integrarse de manera coherente en el paisaje urbano y funcionar como testimonio de una época y una cultura.

La ausencia de planificación y el fracaso del urbanismo ingenieril

El problema con esta intervención urbana no radica solo en su falta de funcionalidad, sino en su desconexión total con el entorno natural. En un contexto donde los espacios verdes son cada vez más escasos, una estructura de este tipo debería buscar integrarse con la naturaleza, rendir homenaje a la armonía ambiental y ser sutil en su implantación. En cambio, termina imponiéndose como una presencia pesada y ególatra, que refuerza la idea de que el automóvil sigue siendo el protagonista indiscutible de la planificación urbana.

En lugar de diseñar soluciones que permitan reducir la dependencia del automóvil, esta obra se enmarca dentro de un urbanismo ingenieril limitado, fracasado, pensado únicamente desde la lógica vial y sin criterio urbanístico. ¿Hasta cuándo seguiremos repitiendo los mismos errores?

Una oportunidad desperdiciada en el diseño estructural

Esta obra no solo carece de abstracción conceptual y creatividad arquitectónica, sino que también ignora cualquier posibilidad de innovación técnica. Si el diseño realmente hubiese buscado una integración con el ñandutí, se podría haber explorado una solución estructural basada en los esfuerzos de tracción y compresión de sus tejidos, transformándolo en una estructura autoportante que generara sombra y confort urbano.

En lugar de ser una reinterpretación ingeniosa de un ícono paraguayo, la obra se limita a una aplicación cosmética y superficial, perdiendo la oportunidad de aportar a la ingeniería, a la arquitectura y a la identidad urbana.

La arquitectura y el lenguaje de la insinuación

Para comprender mejor la diferencia entre la representación literal y la abstracción conceptual, podemos hacer un símil con la moda: no es lo mismo una prenda semi opaca, que sugiere e invita a la imaginación, que una vestimenta completamente transparente que no deja nada a la interpretación. La primera despierta interés, genera intriga y realza la belleza de manera sutil; la segunda puede resultar burda, ordinaria y carente de sofisticación.

Este nuevo viaducto peatonal no es más que una representación desnuda y sin concepto, una traducción literal carente de profundidad estética y urbanística. En lugar de insinuar y reinterpretar el ñandutí desde la ingeniería y la arquitectura, se ha optado por un estampado barroco sin criterio, demostrando una total falta de intención conceptual.

Este artefacto urbano en Luque representa una intervención pesada, inútil y carente de reflexión. No aporta innovación arquitectónica ni urbanística, tampoco integra soluciones estructurales que aprovechen el símbolo del ñandutí en su forma más auténtica. Es un mamotreto chabacano, vulgar y sin concepto, diseñado en cuatro paredes con un presupuesto incierto, sin transparencia en su gestión.

Las ciudades no necesitan intervenciones de este tipo. La arquitectura pública debe ser sobria, coherente y funcional, especialmente en un país con recursos limitados. Hasta que no se entienda esto, seguiremos acumulando obras fallidas que, lejos de embellecer el paisaje urbano, lo saturan de elementos innecesarios y desprovistos de significado.

Arq. Nicolás Morales Saravia
Arquitecto y Docente FADA UNA
Magister en E.S.U.
Consultor en Construcciones Sostenibles PYGBC
Diplomado en Urbanismo y Medio Ambiente (USAL)
Dimplomado en Patologías por Arquimétodo.
Miembro del Colegio de Arquitectos del Paraguay.
@bioconsarquitectos