Del encierro al encuentro, un nuevo destino para el Buen Pastor.
Durante más de un siglo, la cárcel del Buen Pastor fue un símbolo silencioso de encierro en pleno corazón de Asunción. Un edificio con muros altos y memorias densas, situado sobre la emblemática avenida Mariscal López, que por 106 años albergó a cientos de mujeres privadas de libertad. Hoy, con su cierre definitivo, el país se enfrenta a una decisión crucial: ¿qué hacer con uno de los inmuebles más valiosos, histórica y urbanísticamente, de la capital paraguaya?
No es solo una propiedad estatal, es un pedazo de la memoria urbana de Asunción.
El peor error sería la demolición o la especulación inmobiliaria, Paraguay tiene en sus manos la posibilidad de convertir ese lugar en un espacio de libertad, encuentro y proyección cultural. El Buen Pastor podría transformarse en un centro cultural nacional, un museo de arte y memoria, un sitio donde la historia se reconcilie con el futuro.
El arte como herramienta política y diplomática.
A menudo se cree que el arte es un lujo o una distracción, cuando en realidad ha sido una herramienta política y diplomática de primer orden. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética libraron una batalla silenciosa a través del arte.
La URSS promovió el realismo socialista, exaltando la fuerza colectiva y la disciplina del trabajo. EE. UU., en cambio, impulsó el expresionismo abstracto como símbolo de libertad individual. Artistas como Jackson Pollock o Mark Rothko fueron convertidos en emblemas culturales de un sistema político. Décadas después se supo que la CIA incluso apoyó discretamente exposiciones internacionales para difundir los valores del “mundo libre”.
Cuando en 1963 la Gioconda viajó de París a Nueva York, no fue un gesto romántico sino diplomático: fue una forma de estrechar lazos entre Francia y Estados Unidos en plena tensión nuclear. Estos ejemplos muestran que el arte nunca es neutro: expresa los valores de una nación y la imagen que proyecta al mundo.
El Paraguay y su oportunidad cultural.
Paraguay vive un momento de estabilidad y crecimiento económico, pero ningún país se fortalece solo con cifras. El verdadero desarrollo se mide en su capacidad de construir símbolos comunes, espacios donde todos puedan reconocerse.
El Buen Pastor podría ser ese símbolo que refuerce la cultura paraguaya, un museo nacional, un centro cultural abierto, un punto de encuentro entre historia, arte y ciudadanía. Transformar una cárcel en un espacio de libertad sería un gesto de madurez nacional, porque el arte comunica los valores de una sociedad.
Del museo aristocrático al museo del pueblo.
Los primeros museos surgieron en la antigua Grecia, alrededor del siglo IV a. C. Eran los museion, templos dedicados a las musas, donde arte, ciencia y filosofía convivían. No eran instituciones públicas, sino espacios reservados a sabios y aristócratas. En esa época, el arte era un privilegio.
Esa lógica cambió radicalmente con la Revolución Francesa. En 1793 se inauguró el Museo del Louvre, considerado el primer museo público del mundo, por primera vez, las obras que antes pertenecían a reyes y nobles se abrieron al pueblo. Fue un gesto político y cultural a la vez, el arte como bien común y herramienta de educación cívica.
Museo Louvre París, ampliación y reforma I.M. Pei
Desde entonces, el museo dejó de ser un depósito de tesoros y se convirtió en un instrumento de formación colectiva, un lugar donde la sociedad aprende a mirarse a sí misma. A mediados del siglo XX, la idea de museo volvió a transformarse, en 1943, el empresario Solomon Guggenheim encargó al arquitecto Frank Lloyd Wright un museo en Nueva York.
El resultado fue una obra que rompió todos los moldes, una rampa helicoidal sin ventanas, un espacio que invita a recorrer el arte como una experiencia introspectiva, no como una sucesión de salas.
El Guggenheim Museum, frente al Central Park, es una declaración donde el arte no se contempla desde fuera, se vive desde adentro, Wright entendió que un museo debía provocar emociones y reflexión, no solo exhibir objetos. Con una sola planta continua, cambió para siempre la manera de concebir los museos. Desde entonces, la arquitectura pasó a formar parte del discurso del arte, y no solo a contenerlo.
Museo Museo Solomon R. Guggenheim – Nueva York.
De prisión a símbolo urbano.
Intervenir ese lugar no puede significar borrarlo, sino transformar la herida en memoria compartida. Transformarlo en un centro cultural implicaría reconocer su pasado sin glorificarlo, conservar parte de sus muros, patios o estructuras no como ruinas, sino como testigos.
Las ciudades más visionarias del mundo entendieron que los espacios del pasado pueden convertirse en motores del futuro.
La antigua Cárcel Pública de Valparaíso convertida en un Parque Cultural de Valparaíso (PCdV), la cárcel de Punta Carretas en Montevideo o incluso la famosa Eastern State Penitentiary de Filadelfia convertido en Museo de Arte y sus famosas escaleras, que saltaron a la fama tras la película Rocky muestran caminos distintos, pero con una misma enseñanza, reciclar el patrimonio es inteligencia urbana.
Ex Cárcel Valparaíso – Parque Cultural de Valparaíso (PCdV)
Ex Cárcel Punta Carretas – Montevideo
Museo Eastern State Penitentiary de Filadelfia
Sería demostrar que el país ha comprendido que la cultura une, educa y dignifica. Que el arte no pertenece a ningún partido ni corriente ideológica. No es de “zurdos” ni de “elitistas”, es de todos los que creen que el conocimiento, la belleza y la memoria colectiva son pilares del progreso.
Una propuesta concreta.
El predio del Buen Pastor podría convertirse en un Centro Nacional de Cultura Contemporánea, con una propuesta arquitectónica que combine respeto histórico e innovación. Un proyecto de Estado que simbolice el paso del encierro al encuentro.
Un museo de arte paraguayo y latinoamericano con salas permanentes y temporales. Un centro de educación artística y ciudadana, con talleres, conferencias y residencias creativas. Una plaza pública y un jardín urbano abiertos a la comunidad, que representen la libertad y el acceso democrático a la cultura, y además, espacios de cooperación internacional, para exposiciones, intercambios y diálogo regional.
Un proyecto así no sería un gasto, sino una inversión en identidad y dignidad nacional.
Arq. Nicolás Morales Saravia
Arquitecto y Docente FADA UNA
Magister en E.S.U.
Consultor en Construcción SOSTENIBLE (PYGBC)
Diplomado en Urbanismo y Medio Ambiente (FUSAL)
Especializado en PATOLOGÍAS AR
Miembro del Colegio de Arquitectos del Paraguay.
@bioconsarquitectos