Dinamismos que convocan a la articulación por el derecho a la ciudad


Asunción vive un momento de reorganización ciudadana. Diversos actores —culturales, territoriales, académicos, vecinales y sectoriales— comienzan a encontrarse alrededor de un horizonte común: recuperar la ciudad y disputar su futuro.

En Asunción y el área metropolitana están pasando cosas. Las movilizaciones de organizaciones ciudadanas ganan visibilidad. El logro de Amigos de Trinidad, que logró detener la construcción de una estación de servicios, se transformó en una de las noticias de la semana y marca un hito en la lucha por el derecho a la ciudad.

Cada vez más colectivos, instituciones, espacios académicos y actores de la cooperación internacional incorporan este concepto en sus agendas, señal de que el derecho a la ciudad empieza a ocupar un lugar significativo en la esfera pública local.

Solo ayer sucedieron tres iniciativas ciudadanas y culturales en paralelo, convergentes en un mismo cauce: la conversación entre Mabel Causarano y Maria Victoria Heikel, en el Centro Cultural de España Juan de Salazar, sobre derecho a la ciudad e igualdad de género; una edición especial de ChacaTours ligada al “Pacto por la Chacarita”; y el programa radial de Salvemos el Parque Guasu, dedicado esta vez a los resultados de la COP30.

También avanza la conformación de una federación de comerciantes del Centro Histórico, un paso relevante para fortalecer articulaciones multisectoriales. Todo esto revela una tendencia: distintos actores comienzan a organizarse, conversar y reconocerse mutuamente en torno a la ciudad.

En este clima, el próximo 13 de diciembre se realizará el primer encuentro del ciclo de encuentros ciudadanos por el derecho a la ciudad, convocado por varias organizaciones. Es un esfuerzo por tejer una trama más amplia y compleja que pueda sostener un proyecto de ciudad distinto.

Estos procesos organizativos y de movilización interpelan a pensarlos en sus propios términos: ¿Quiénes son estas organizaciones? ¿Cómo funcionan? ¿Qué están aprendiendo? ¿Qué las moviliza?

Y, sobre todo, interpelan a pensar la articulación:

¿Es posible caminar hacia una articulación amplia por el derecho a la ciudad? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo facilitar el diálogo entre actores tan heterogéneos —por clase social, territorios, causas, ideas, formas organizativas o trayectorias generacionales?

Para que el cambio sea posible, en distintos universos deben ocurrir transformaciones:

  • en lo político-partidario, no basta ganar elecciones: hay que saber de antemano cómo gobernar;
    en la sociedad civil, hacen falta articulaciones amplias que superen la fragmentación;
  • en el sector privado, es necesario reconocer su corresponsabilidad —por acción y omisión— en la configuración urbana actual, pero también su enorme potencial para impulsar cambios si decide apostar por un futuro distinto;
  • en la academia y la intelectualidad, se requiere más pensamiento capaz de imaginar caminos para materializar el derecho a la ciudad;
  • y en la cooperación internacional, es necesario revisar lógicas de apoyo para fortalecer procesos de articulación, gobernanza y construcción de agendas comunes.

Dicen que el derecho a la ciudad es un concepto abstracto, incapaz de movilizar. Empiezo a dudar seriamente de esa afirmación. El malestar creciente por el deterioro de Asunción parece estar abonando el suelo para imaginar un futuro distinto. Pero esa gestación no ocurre sola: requiere praxis, requiere organización, requiere trama.

Pensar el derecho a la ciudad y pensar la articulación entre actores heterogéneos son, en realidad, dos caras de la misma moneda. Un concepto sin articulación se diluye; una articulación sin horizonte compartido se fragmenta. Y si algo hemos aprendido es que el cambio no es, ni será, fácil.

Sin embargo, allá lejos, empieza a insinuarse —todavía tenuemente— un amanecer diferente.

Por Vladimir Velázquez Moreira – 30 de noviembre de 2025
Foto: Fotociclo