La «bigness» avanza en Asunción.


Rem Koolhaas en su célebre texto «Bigness, or the Problem of Large», incluido en el Libro S,M,L,XL (1995), propone una lectura radical de la arquitectura de gran escala. A partir de los avances tecnológicos y las nuevas lógicas urbanas del siglo XX, el autor argumenta que el edificio de gran tamaño «la bigness» introduce una ruptura con la tradición disciplinar de la arquitectura, generando una autonomía formal y programática inédita.

En esta perspectiva, la «bigness» constituye una categoría ambigua, donde el edificio deja de comportarse como objeto arquitectónico y tampoco llega a ser ciudad, configurando un híbrido que opera según lógicas propias. Una vez superada cierta escala, las relaciones clásicas entre forma, función y fachada se debilitan, y la arquitectura adopta la condición singular de la gran dimensión.

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Los megaproyectos que empiezan a redefinir el paisaje de Asunción, como el recientemente inaugurado Distrito Perseverancia o los futuros rascacielos Aether, Petra Tower e Imperiale, Paseo 55, y otros pueden leerse a través de esta lente. Distrito Perseverancia inaugurado la semana pasada, es un complejo edilicio con más de 300,000 m2 de construcción, con espacios verdes, plazas, senderos y un parque elevado de aproximadamente 11.000 m², incluye propuestas residenciales, comerciales y corporativas, un complejo que desarrolla su propio ecosistema para no depender de la ciudad.

En muchas ciudades latinoamericanas, donde el urbanismo neoliberal produjo entornos fragmentados, infraestructuras desiguales y una sensación extendida de vulnerabilidad, proliferan estrategias que buscan recomponer la idea de control. Entre ellas, dos modelos se destacan por caminos distintos pero convergentes: los barrios privados y los grandes edificios multifuncionales. Ambos generan micro-ecosistemas que funcionan como sustitutos del espacio público tradicional, ofreciendo una seguridad y una previsibilidad que la ciudad, tal como está, parece incapaz de garantizar.

Según Koolhaas, la escala convierte al complejo edilicio en una infraestructura urbana, más cercana a una red que a un objeto arquitectónico. La «bigness» aquí deja de ser un problema de estética y se convierte en un problema de logística, donde la organización interna sustituye al gesto formal. Implica la coexistencia de múltiples programas, comercio, vivienda, cultura, trabajo, dentro de un mismo cuerpo arquitectónico. Este entrelazamiento genera una “ciudad dentro del edificio” donde la vida urbana se reconfigura en vertical.

La «bigness» redefine los límites de la disciplina arquitectónica, a través de sus cuatro ejes: escala como ruptura, complejidad programática, autonomía contextual y diagrama técnico, Koolhaas describe un nuevo tipo de arquitectura que opera más como infraestructura urbana que como edificio singular. En este caso, la «bigness» no busca integrarse al contexto sino imponer un nuevo orden territorial, generando su propio paisaje icónico. El edificio deja de dialogar con la ciudad, la reemplaza como escenario.

Mientras los barrios cerrados articulan su autonomía a través del control del acceso y la gestión minuciosa del entorno cotidiano, los grandes edificios multifuncionales lo hacen mediante la densidad programática y la integración de servicios en un único volumen. En ambos casos, emergen micro-ecosistemas que funcionan con relativa independencia del tejido urbano en el que se insertan.

Esta coincidencia de efectos permite leer ambos modelos como expresiones de una época marcada por la violencia, desencadenando una tendencia a producir enclaves autosuficientes que funcionan como unidades aisladas dentro del territorio. En los barrios privados, la fragmentación se manifiesta mediante perímetros controlados y límites claros; en los edificios de gran porte, a través de la concentración de funciones y la desvinculación física con el entorno. Aunque sus motivaciones difieran, ambos refuerzan un patrón que debilita la continuidad urbana y consolida un territorio organizado como islas de fragmentos especializados.

La imaginería de “vida en contacto con la naturaleza” que suele acompañar a los barrios privados como la narrativa de “hiper-modernidad vertical” asociada a los edificios de escala masiva producen ficciones urbanas que prometen experiencias superiores a las de la ciudad existente. En un caso, la naturaleza aparece como un recurso estético controlado; en el otro, la sofisticación técnica se convierte en símbolo de progreso. Pese a sus diferencias, ambas ficciones contribuyen a justificar la desvinculación con el entorno urbano real y refuerzan la idea de que la ciudad puede ser sustituida por espacios autónomos diseñados para públicos específicos.

Si bien la inseguridad es el factor principal señalado por propietarios o aspirantes a vivir en condominios cerrados, el «bigness» gracias a su buena ubicación, adiciona a esta seguridad la facilidad de los desplazamientos, evitando los inconvenientes derivados de la congestión del tráfico. Lamentablemente, las decisiones políticas erráticas, tomadas por autoridades sin formación en urbanismo, han generado ciudades colapsadas, degradadas y altamente estresantes. Y el panorama futuro es preocupante, pues se sigue priorizando el automóvil por encima del transporte público masivo.

Su impacto es innegable, la «bigness» abrió el debate sobre cómo proyectar en una era de megaciudades, congestión, especulación inmobiliaria, mercados financieros globales y tecnologías constructivas sin precedentes. En última instancia, Koolhaas expone la «bigness» como síntoma de la condición urbana contemporánea.

La expansión de estos modelos no solo redefine la morfología de la ciudad, sino que condiciona el tipo de sociedad que puede surgir en ella. La ciudad del futuro no estará determinada únicamente por su tamaño o por su verticalidad, sino por la capacidad de estos espacios de reconciliar autonomía funcional con integración urbana y social.

Hacia una bigness integrada, evitando los errores de los barrios privados

Para que los proyectos de gran escala se ajusten a una lógica urbana integrada, es necesario que incorporen programas de uso mixto que abran el edificio a la vida pública y eviten su encapsulamiento residencial. Esta apertura debe complementarse con una conectividad efectiva hacia el transporte público, las redes peatonales y las calles activas, entendiendo la movilidad como parte del tejido urbano y no como un sistema exclusivo del edificio.

Del mismo modo, las infraestructuras de desagües, energía y movilidad han de integrarse en los sistemas urbanos existentes, contribuyendo a su fortalecimiento en lugar de operar como redes autónomas. A ello se suma la necesidad de generar espacios públicos o semi-públicos que establezcan transiciones fluidas entre el proyecto y el barrio, favoreciendo la interacción social y la continuidad espacial.

Finalmente, la transparencia en el impacto urbano en términos de densidad, integración contextual y efectos socioespaciales, resulta fundamental para evitar la formación de enclaves aislados. Solo así la «bigness» puede asumir un papel crítico y responsable dentro de la estructura urbana contemporánea.

Bibliografía
Koolhaas, R. (1995). S, M, L, XL [S, M, L, XL]. The Monacelli Press.
Koolhaas, R. (1978). Delirious New York: Un manifiesto retroactivo para Manhattan [Delirious New York: A retroactive manifesto for Manhattan]. Oxford University Press.
Foster, H. (2011). La complejidad arte-arquitectura [The art-architecture complex]. Verso. (Capítulo: “Bigness: Rem Koolhaas”).
Aureli, P. V. (2011). La posibilidad de una arquitectura absoluta [The possibility of an absolute architecture]. MIT Press.

Arq. Nicolás Morales Saravia
Arquitecto y Docente FADA UNA
Magister en E.S.U.
Consultor en Construcción SOSTENIBLE (PYGBC)
Diplomado en Urbanismo y Medio Ambiente (FUSAL)
Especializado en PATOLOGÍAS AR
Miembro del Colegio de Arquitectos del Paraguay.
@bioconsarquitectos