Derecho a la ciudad, ¿es posible volver a proyectar Asunción?
Asunción es una ciudad sin proyecto compartido, donde el crecimiento fragmentado, la pérdida de espacio público, la expansión metropolitana desordenada y la dependencia casi total del automóvil no son errores aislados, sino síntomas de una forma de producir ciudad donde decidir colectivamente dejó de ser una prioridad.
El teórico del diseño Tomás Maldonado advertía que renunciar a planificar, anticipar y asumir responsabilidades, es una ideología: la de la anti‑proyectación. Cuando el Estado, la academia y la ciudadanía dejan de incidir en la ciudad, otros lo hacen en su lugar. El mercado del suelo, la especulación inmobiliaria y la ingeniería del tráfico pasan a definir la ciudad sin debate público ni control democrático.

Centro Histórico de Asunción (CHA)

Nuevo centro comercial del barrio Ykua Satí.
Asunción, la ciudad que “se hace sola”
Durante años se nos repitió que la ciudad “creció así”, que implementar los planes es imposible o que intervenir demasiado atenta contra la libertad urbana. En los barrios periféricos, en los asentamientos ribereños o en el transporte público colapsado, la falta de planificación no es libertad; es desigualdad estructural.
Romantizar la informalidad o naturalizar la precariedad es una renuncia a transformar condiciones injustas. Sin proyecto, la ciudad deja de ser un espacio de ciudadanía y se convierte en un territorio de supervivencia.
El derecho a la ciudad como respuesta
Frente a este escenario, cobra especial relevancia la convocatoria impulsada por diversas organizaciones ciudadanas de Asunción y el área metropolitana al primero de un ciclo de encuentros por el Derecho a la Ciudad. El concepto es claro: el derecho de todas las personas a habitar, transformar y disfrutar la ciudad de manera justa e inclusiva.
En una ciudad donde las decisiones urbanas suelen tomarse de forma fragmentada y vertical, esta iniciativa propone algo radicalmente distinto, articular, converger y construir colectivamente.
Los objetivos del encuentro no son menores:
- Fortalecer procesos de articulación entre organizaciones ciudadanas;
- Afianzar una convergencia real en torno al Derecho a la Ciudad;
- Impulsar la elaboración colectiva de un Manifiesto Democrático por el Derecho a la Ciudad;
- Generar espacios de contención y revitalización de la mística colectiva.
En términos urbanos, articular también es proyectar, y proyectar, como insistía Maldonado, es asumir responsabilidad ética y política.
El modelo de ciudad
Volver a proyectar la ciudad no significa imponer modelos cerrados ni repetir recetas importadas. Significa hacer visibles los conflictos, discutir prioridades y decidir colectivamente cómo se distribuyen el suelo, el espacio público, la movilidad, la vivienda y los servicios.
Cada cierto tiempo, el discurso político paraguayo vuelve a enunciar una promesa tan reiterada como problemática: convertir Asunción en “la nueva Buenos Aires”, “la próxima Miami” o algún otro modelo importado que funciona como ideal aspiracional. Esta narrativa revela la incapacidad estructural de las élites para producir un proyecto urbano propio, y una persistente adhesión a la colonialidad del poder, donde la modernidad es imaginada como un horizonte externo.
En urbanismo, es habitual tomar referentes externos, dado que, en el mundo occidental, predominan principalmente dos modelos: el americano, influido por los planes de Ebenezer Howard y su concepto de ciudad jardín; y el europeo, orientado hacia la densificación y la renovación urbana de posguerra en la década de 1970, que impulsó la recentralización hacia los centros históricos. Sin embargo, Asunción se encuentra en la antípoda de Buenos Aires, no solo por su morfología urbana, sino también por su clima, topografía y contexto cultural, lo que hace inadecuada cualquier comparación directa o aspiración de replicar modelos foráneos.
En esta lógica, Buenos Aires opera como “ciudad-espejo”, un referente culturalmente prestigioso, asociado a un imaginario europeo que se percibe superior. El acto de declararse “la nueva Buenos Aires” no es, entonces, solo planificación urbana sino un acto de auto-desvalorización, donde la identidad local queda subordinada a modelos externos.
El Derecho a la Ciudad no puede existir sin proyecto propio, del mismo modo que el proyecto urbano pierde sentido sin derechos. Separarlos ha sido una de las causas del deterioro urbano de Asunción.
Por eso, esta convocatoria no interpela solo a organizaciones sociales, interpela a arquitectos, urbanistas, académicos, gestores públicos y a cualquier ciudadano que entienda que la ciudad no es un decorado ni un negocio, sino un bien común.
Volver a proyectar Asunción no solo es posible sino indispensable. Pero no en los términos en que históricamente se ha intentado, desde arriba, por imitación o por inercia, sino como un ejercicio democrático sostenido en el tiempo.
El Derecho a la Ciudad no es una consigna abstracta ni un gesto simbólico; es una práctica política concreta que exige instituciones capaces de planificar, ciudadanía organizada dispuesta a disputar sentidos y una ética profesional que asuma que proyectar ciudad es tomar partido. Asunción no “carece” de proyecto por incapacidad técnica, sino por una renuncia colectiva a decidir qué ciudad quiere ser. Recuperar esa capacidad implica aceptar el conflicto, abandonar fantasías importadas y construir un horizonte urbano propio, situado y plural. La ciudad no se hace sola, se proyecta colectivamente.
Arq. Nicolás Morales Saravia
Arquitecto y Docente FADA UNA
Magister en E.S.U.
Consultor en Construcción SOSTENIBLE (PYGBC)
Diplomado en Urbanismo y Medio Ambiente (FUSAL)
Especializado en PATOLOGÍAS AR
Miembro del Colegio de Arquitectos del Paraguay.
@bioconsarquitectos










